Ganarse la vida: el mito que nos encadena

La expresión «ganarse la vida» se utiliza comúnmente para hacer referencia a la necesidad de trabajar y obtener un sustento económico para satisfacer nuestras necesidades básicas. Un análisis más detenido sugiere, sin embargo, que el mero hecho de nacer no es suficiente. No es el regalo que nos otorga la oportunidad de experimentar, aprender, crecer y contribuir al mundo que nos rodea. Si no que cada día tenemos que ganarnos el derecho a vivir y disfrutar de todas las maravillas que ofrece la vida.

Esta expresión no es un inocente lugar común de una sociedad laboriosa. La podemos equiparar y analizar desde la perspectiva filosófica de Giorgio Agamben y del concepto del «homo sacer». Agamben sostiene que el «homo sacer» es aquel individuo que ha sido excluido de las protecciones y derechos legales, convirtiéndose en una vida desnuda y vulnerable, en la que se puede ejercer la violencia y el poder de manera arbitraria. La expresión «ganarse la vida» al asociar la dignidad y el valor de un ser humano únicamente a su capacidad de trabajar y generar ingresos, se equipara con la noción de una vida desnuda de protección y de derechos.

Nuestros «homo sacer» hoy son los trabajadores y las mujeres, expuestos a la explotación laboral y a la vulnerabilidad de la violencia de genero y la discriminación. Ello se traduce en que unos (empresarios, profesionales, nacionales) tienen más derecho que otros (trabajadores, mujeres, migrantes) a ganarse la vida.

La idea de «ganarse la vida» nos envía, por tanto, el mensaje de que la vida en sí misma no es suficiente para que tenga valor. Establece la creencia de que debemos justificar nuestra existencia a través del trabajo y la obtención de recursos monetarios. Esto nos lleva a una forma de vida en la que nuestra valía queda reducida a una lógica económica. Y en la que estamos constantemente en la búsqueda de medios para sobrevivir y cumplir con los roles y responsabilidades impuestos por la sociedad. Ello nos ha conducido al extrañamiento de la Naturaleza y a la crisis ecológica en la que estamos inmersos.

Esta mentalidad nos convierte en prisioneros de un sistema que nos somete y nos convierte en meros instrumentos de producción y consumo. Nos atrapa en un ciclo interminable de trabajo y obligaciones, en el que nuestra propia humanidad es relegada a un segundo plano. Tener que ganarnos la vida cada día nos insta a aceptar nuestra sumisión a esta lógica y a obviar la crisis climática y ecológica. Pequeñas mejoras como la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales quedan atrapadas en la misma lógica sumisión. Nos mantiene en la reducción de ser simples unidades productivas pero un poco más descansadas. Puede decirse en este sentido que con ella se cumple la paradoja de Jevons en el ámbito laboral.

De la misma manera que Agamben cuestiona el concepto del «homo sacer» y busca liberarlo de su estado de exclusión, nosotros también podemos y debemos cuestionar y desafiar la idea de «ganarse la vida». Para ello debemos redefinir nuestro sentido de valía y basarla en la plenitud de la existencia, la autorrealización y el bienestar emocional y espiritual. Buscar un equilibrio en el que podamos satisfacer nuestras necesidades materiales sin renunciar a nuestra humanidad y a valores como la fraternidad y solidaridad. Valores que se encarnan en la preservación del planeta para las generaciones futuras.

Al desafiar la idea de «ganarnos la vida» nos liberamos de la sumisión y nos abrimos a otras alternativas. Un ejemplo de estas alternativas es la renta básica universal. Ésta es un sistema que garantiza a todos los individuos un ingreso mínimo para cubrir sus necesidades básicas, independientemente de su situación económica o empleo. Al proporcionar a las personas una seguridad económica básica, la renta básica universal ofrece la oportunidad de vivir de acuerdo con nuestros propios términos y aspiraciones. Las libera de la sumisión a una lógica meramente productiva. Y les proporciona autonomía para decidir, no solo libertad para elegir.

La renta básica universal permite que las personas busquen y desarrollen su potencial en diferentes ámbitos de la vida, como la educación, el arte, el voluntariado o la creación de proyectos emprendedores. Al reconocer nuestra dignidad y proporcionar una base económica segura, ésta se convierte en una herramienta poderosa para construir una sociedad más justa y equitativa. En una alternativa a la idea de «ganarse la vida». Nos abre a la posibilidad de vivir una vida más plena y auténtica, donde nuestros propios valores, pasiones y aspiraciones sean los que guíen nuestras decisiones. Nos libera de las limitaciones que nos impone la sociedad y nos permite forjar nuestro camino hacia la autorrealización y la felicidad.

Francisco Soler

Coportavoz

Cambia-Partido del Clima

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