El problema no está bien planteado

Esta afirmación es una invitación a reflexionar y examinar detenidamente la situación que enfrentamos. A reconocer que una formulación deficiente del problema puede llevar a decisiones incorrectas y soluciones ineficaces. Por lo tanto, es fundamental identificar las deficiencias en su planteamiento para abordarlo de manera adecuada.

Tomemos como ejemplo la interrelación entre la economía, la energía y el calentamiento global. Resulta esencial reconocer que las políticas y enfoques económicos deben considerar integralmente los impactos ambientales y climáticos. Hasta ahora, se han priorizado los objetivos de crecimiento económico continuo sin tener en cuenta las consecuencias a largo plazo para el medio ambiente y el cambio climático. Un ejemplo concreto de este mal planteamiento son las declaraciones de la vicepresidenta segunda del Gobierno, en la Fiesta de San Isidro: “estamos ante una mejora sustancial del conjunto del país”.

La afirmación de la vicepresidenta de la existencia una «mejora sustancial», mientras se mantiene una política económica de crecimiento que contribuye al aumento de la temperatura, contradice las declaraciones realizadas y pone de manifiesto la falta de sinceridad y el engaño de las instituciones, tanto políticas como económicas, pues mientras no exista un avance en la reducción real de las emisiones de gases de efecto invernadero tal mejora sustancial del país no existe. Y cualquier actuación o declaración política que no contemple dicho marco supone levantar una cortina de humo para que la ciudadanía no pueda ver la inacción climática real que hay detrás de ella.

Este ejemplo ilustra con claridad cómo una formulación deficiente de un problema, como el calentamiento global, conduce a decisiones equivocadas: mantener una política económica de crecimiento continuo, y a soluciones ineficaces: la actual formulación de la transición energética.

En un mundo en el que el crecimiento económico desenfrenado ha llevado a la explotación excesiva de nuestros recursos naturales y a la pérdida de valores éticos fundamentales, se vuelve imperativo restablecer el equilibrio entre la economía, la ecología y la ética. Además, es crucial abordar directamente la cuestión del declive de las energías fósiles y desmitificar las afirmaciones infundadas sobre la sustitución total de estas por energías renovables.

La manera de abordar este problema es una drástica reducción de la producción y el consumo. La comprensión por la sociedad que el crecimiento eterno solo precipitará la destrucción de todo lo que conocemos.

El modelo actual de producción y consumo ha generado una vorágine insostenible, donde la búsqueda desesperada de beneficios económicos ha eclipsado cualquier consideración ética o ecológica. Los ecosistemas están al borde del colapso, la desigualdad se ha disparado y la calidad de vida de las personas se ha visto afectada en aras de un supuesto progreso sin límites. Este enfoque oculta la acumulación de riqueza por unos pocos en detrimento de la mayoría, no en favor del «conjunto del país» como se quiere afirmar interesadamente.

Es hora de detenernos y reflexionar sobre las consecuencias de nuestras acciones. El reequilibrio de la economía, la ecología, la ética y los derechos humanos implica un cambio de paradigma en la forma en que concebimos el desarrollo. Ya no podemos seguir impulsando un sistema basado en la producción y el consumo desmedidos, sin considerar los límites del planeta ni las necesidades de las generaciones futuras.

Una drástica reducción de la producción y el consumo implica repensar nuestros hábitos y prioridades. No se trata de renunciar a todo, sino de adoptar un enfoque consciente y responsable, aceptando que existen límites. Significa optar por la calidad sobre la cantidad, promover la durabilidad de los productos, fomentar la reutilización y el reciclaje, y alejarnos de la cultura del «usar y tirar».

Este enfoque, además, nos invita a cuestionar los valores éticos que guían nuestras actuales decisiones económicas. Considerar el impacto social y ambiental de nuestras elecciones, y promover prácticas empresariales éticas que contribuyan a luchar contra el calentamiento global, respetar los derechos humanos, fomentar la equidad y preservar el medio ambiente.

Solo a través de un enfoque consciente y equilibrado podemos superar los desafíos actuales y construir un futuro en el que la armonía entre el desarrollo económico, la preservación del medio ambiente, los principios éticos y los derechos humanos sea una realidad. Al reconocer los límites del crecimiento perpetuo y abrazar prácticas sostenibles, podremos garantizar la viabilidad de nuestros recursos, reducir los impactos negativos en el planeta y promover una distribución equitativa de los beneficios. Al reequilibrar la economía, la ecología, la ética y los derechos, estamos impulsando un cambio que nos permitirá dejar un legado positivo para las generaciones venideras.

Es fundamental actuar ahora, involucrando a todos los sectores de la sociedad, desde los gobiernos y las empresas hasta los individuos. Necesitamos políticas y regulaciones que fomenten la sostenibilidad, inversiones en tecnologías limpias y una educación que promueva la conciencia ambiental y ética.

El camino hacia un reequilibrio efectivo requerirá esfuerzos conjuntos y compromiso a largo plazo. Sin embargo, al adoptar una visión integral y actuar con determinación, podremos construir un mundo en el que la economía, la ecología y la ética se fortalezcan mutuamente, brindando una base sólida para un futuro próspero y sostenible para todos.

Francisco Soler

Coportavoz

Cambia-Partido del Clima

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