#everylivesmatter

Esta frase simple y poderosa, toda vida importa, es un recordatorio del valor inherente de cada vida humana. Reconoce la igualdad y la dignidad de todas las personas, sin importar su raza, género, religión u orientación sexual. En un mundo donde a menudo enfrentamos desigualdades, conflictos y discriminación, este mensaje nos invita a reflexionar sobre la necesidad de promover la justicia, la compasión y la empatía.

Cada vida encierra una historia única y una contribución potencialmente invaluable para nuestra sociedad. Desde los sueños y esperanzas de un niño hasta la sabiduría y experiencia de una persona mayor, cada individuo tiene el derecho de vivir una vida plena y significativa. El hashtag #everylifematters nos impulsa a reconocer esto y a trabajar juntos para crear un mundo más inclusivo y equitativo.

Y adquiere un matiz aún más relevante en el contexto de calentamiento global. Se están dando episodios cálidos simultáneos en el sur/suroeste de EEUU, la cuenca mediterránea, Oriente Medio, China y Japón. Éstos van de los 52,2ºC en China a rozar los 54ºC en EEUU, pasando por los 47ºC de Italia o los 45,4ºC en España. La ola de calor que están sucediendo en todo el hemisferio norte no es un suceso específico de un lugar determinado, sino un acontecimiento que es una crisis mundial.

A medida que los efectos de la emergencia climática se vuelven más devastadores, la falta de voluntad para abordarla adecuadamente se hace cada vez más evidente. Sus posiciones van desde las posturas negacionistas de la extrema derecha, al posibilismo del Green New Deal de la izquierda. Y de la socialdemocracia. Pasando por las posturas retardistas de la derecha. No me puedo felicitar que la emergencia climática entrara ayer en el debate. Porque entró tarde y de manera insuficiente. Porque las propuestas que se hicieron desde la izquierda los Informes sobre la brecha de Emisiones de la ONU las consideran insuficientes. Y porque esta propuestas no ayudan a pensar que vamos bien encaminados para abordar la emergencia climática, ni a soportar la ola de calor que estamos pasando en todo el hemisferio Norte.

Los intereses económicos y políticos a corto plazo, la resistencia al cambio y la falta de conciencia sobre la urgencia y la magnitud del problema están detrás de esta inacción o insuficiencia. Las empresas, con su búsqueda de beneficios financieros, priorizando prácticas insostenibles en lugar de invertir en soluciones viables y que realmente sirvan para luchar contra el calentamiento global. A pesar de sus proclamas de sostenibilidad. Y los gobiernos y las fuerzas políticas presentes en las instituciones —teóricos representantes del pueblo—, influenciados por lobbies y/o presiones internas, han mostrado una renuencia a implementar políticas audaces que frenen el cambio climático.

Todo ello pone en evidencia una aritmética moral concreta. Unos, tienen ganancias. Otros, pérdidas. Las élites económicas y políticas han obtenido algo de valor positivo: crédito (moral) para resolver los problemas de la sociedad, que les ha proporcionado beneficio económico y poder político y tienen el deber de devolver. A cambio, sin embargo, éstas han entregado algo de valor negativo: incremento de temperaturas, sequía, inundaciones y lluvias torrenciales, perdida de cultivos y ganado, desigualdad social. Han incumplido así sus deberes para con la sociedad, lo que equivale a no cumplir con el pago de una deuda.

Cuando los padres de nuestra Constitución establecieron su arquitectura estaban firmando un pagaré para todos los españoles y españolas. Un pagaré que es que es una promesa de que se garantizan nuestros inalienables derechos a la vida, a la libertad, a la búsqueda de la felicidad y a un medio ambiente adecuado. Pero es evidente que esa promesa no se está cumpliendo.

Los derechos y los deberes son complementarios. Cuando una persona posee un derecho, alguien (entiéndase aquí el término alguien en nuestro contexto político institucional y tradúzcase como Estado o parte del Estado que tiene la competencia) tiene un deber, y a la inversa. Si una persona tiene derecho a la educación, alguien tiene el deber de proveérsela. Si una persona tiene derecho a la libertad de expresión, alguien deberá proteger ese derecho o evitar interferir en su ejercicio. Si tenemos derecho a un clima estable y adecuado para la vida, no podremos disfrutar de él a un a menos que el gobierno, las fuerzas políticas y las empresas cumplan su deber de no alterarlo. Es evidente que esta promesa hoy no está siendo cumplida. Y cuando el deber de garantizar los derechos no se cumple, esto metafóricamente es una forma de robo.

¿Vale la pena, entonces, aceptar esta aritmética moral que tiene consecuencias devastadoras para nuestro planeta y para todas las vidas que alberga? ¿Merece la pena enfrentarnos a un futuro incierto sin una respuesta adecuada y concertada, donde la vida tal como la conocemos estará en peligro? ¿Debemos dejar que unas élites, que están en la «bancarrota moral», sigan sacando provecho sin devolver el crédito (moral) que le otorgó la sociedad, cuando ésta lo necesita? ¿Debemos aceptar, que en su lugar, nos den un cheque sin fondos?

Esta aritmética moral plantea a la ciudadanía la cuestión de si vamos a dejar que quienes nos están perjudicado «se salgan con la suya». O bien debemos cobrar esa deuda. Nos interroga sobre si vamos a exigir a las élites que reconozcan su responsabilidad en la crisis climática y tomen medidas audaces y efectivas para abordarla. Si vamos a exigir al poder político que adopte políticas sólidas que pongan en práctica las recomendaciones que está haciendo la ciencia. Si vamos a hacer que las empresas asuman la responsabilidad de sus impactos ambientales y que su prioridad no sea la maximización de los beneficios, sino el bien común y adopten una nueva filosofía empresarial que repudie las prácticas que destruyen el clima y el medio ambiente por la obtención de beneficios económicos para sus accionistas y directivos.

El hashtag #everylifematters es una llamada a la responsabilidad y una demanda de acciones concretas por parte de los gobiernos, las fuerzas políticas y las empresas para preservar nuestro entorno natural y garantizar un futuro viable para todas. Una llamada a la ciudadanía para que pase a la acción y se puedan corregir los errores del pasado y garantizar que todas las voces sean escuchadas y todas las vidas sean valoradas.

Francisco Soler

Coportavoz

Cambia-Partido del Clima

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