Hoy, en el día del medio ambiente, es crucial reconocer que nuestra época está condicionada de manera absoluta por la emergencia climática. Pero si continuamos ignorando las advertencias de la comunidad científica, corremos el riesgo de convertir este día en la conmemoración de un medio ambiente perdido.
Cada año, en esta fecha, se repiten los mismos consejos y recomendaciones en los medios de comunicación. Escucharemos los mismos discursos estereotipados por parte de los líderes políticos. Veremos hermosas fotografías de la naturaleza que nos cautivan. Sin embargo, detrás de esta aparente conciencia ambiental, persiste la realidad de que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan aumentando sin cesar, continúa la pérdida de biodiversidad, aumenta la contaminación por plásticos, así como una larga lista de atentados ambientales.
Podemos sentirnos satisfechos al compartir publicaciones en redes sociales que alertan sobre la emergencia climática y del resto de estas agresiones, pero la triste verdad es que el día 6 de junio, aunque no debería ocurrir, todo seguirá igual.
La extrema derecha seguirá negando el calentamiento global, la derecha minimizará su gravedad, y las diferentes corrientes de izquierda abogarán por una transición energética que que es una versión descafeinada del programa de transición ecológica propuesto por los Verdes alemanes en los años 90 del siglo pasado: el Pacto Verde Europeo, que hoy se queda corta frente a la magnitud del desafío.
En este escenario, es fundamental comprender que necesitamos abrazar una estrategia mucho más audaz y transformadora. Y realizar un cambio de prioridades radical. Ya no podemos seguir persiguiendo el crecimiento económico a toda costa como si no hubiera consecuencias. Los tomates, un kiwis o naranjas no pueden seguir viajando. Pero tampoco podemos seguir defendiendo la quimera del crecimiento sostenible o verde.
Es tiempo de abandonar las meras palabras y los gestos simbólicos. Aunque los gestos individuales son útiles para la concienciación de la sociedad, necesitamos acciones concretas que promuevan una economía sostenible y respetuosa con el medio ambiente. Ésta, concretamente, como acabo de decir y repito, es la reducción de la producción y consumo de energía y materiales. Esto implica implementar políticas fiscales y regulatorias que desincentiven el consumo excesivo e impulsar el debate público sobre el modelo económico, energía, gestión del agua o movilidad.
Los datos y ejemplos de esta inacción y sus consecuencias respaldan la necesidad de actuar de inmediato. Las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzan niveles récord, acelerando el calentamiento global y desencadenan impactos catastróficos en el medio ambiente. No hace falta mirar a los polos, lo estamos viendo en España: temperaturas anómalas, sequías prolongadas, incendios forestales devastadores y los fenómenos meteorológicos extremos o perdida de cosechas. Lo indican también las recomendaciones de la comunidad científica o los Informes sobre la Brecha de Emisiones que publica la ONU.
Necesitamos por ello una transición ecológica —de verdad— rápida y que abarque todos los aspectos de nuestra sociedad. Repensar nuestra relación con la naturaleza. Para llevar a cabo esta transición se requiere reducir drásticamente la producción y el consumo de energía y materiales, impulsar el uso de energías renovables, fomentar prácticas agrícolas sostenibles, mejorar el transporte público.
¿Esto es posible? Sí, porque somos los arquitectos de nuestro propio destino. Y de la democracia en la que vivamos. Nuestro futuro y el de las generaciones venideras depende de las decisiones que hoy tomemos. Y de la determinación con la que actuemos.
Francisco Soler
Coportavoz
Cambia-Partido del Clima