Había una vez una emergencia climática. Y a pesar de ella la política institucional sigue siendo que el consumo interno sea la clave para evitar la caída del PIB en 2024. Eso significa que aún estamos en la pantalla de salvar el crecimiento. Y sin noticias de la Mesa climática del Congreso
En este post 23J, de olas de calor históricas, la constitución de la Mesa del Congreso de los Diputados ha acaparado la agenda política. Y en su organización y composición la emergencia climática ha sido dejada al margen. No se ha considerado la necesidad de una Mesa climática. Y esto es malo. La crisis climática que vivimos y la (in)acción imperante, habría hecho que esta opción fuera natural y parte de la normalidad.
Habría constituido un indicio de discernimiento, perspicacia y compromiso responsable, que la tercera autoridad del Estado fuera alguien cuya principal prioridad política era la emergencia climática. Un primer paso hacia un rumbo acertado, dadas las sombrías previsiones de aumento de temperatura que el Gobierno maneja.
El Informe de Impactos y Riesgos derivados del Cambio Climático para España, de 2021, elaborado por el Ministerio de Transición Ecológica plantea tres escenarios sobre el incremento temperatura en España. Peor escenario, entre 4,2°C y 6.4 °C. Escenario intermedio, entre 3,0°C y 4,0 °C. Y mejor escenario, entre 2,0°C y 3,4 °C. Incremento que ninguno es menor de 2ºC. El nuevo presidente del IPCC, por otra parte, ha señalado que el calentamiento global se acelera y estamos en los peores escenarios previstos.
Frente a estas proyecciones de incremento de temperatura en España, ¿era posible que el Gobierno no colocara la emergencia climática en el núcleo de su agenda política desde el comienzo de la XV legislatura y durante la formación de la Mesa del Congreso? La respuesta es categóricamente negativa.
Para tener una idea concreta sobre la riesgo social y económico que está generando el calentamiento global. Y sobre la necesidad que había de dicho gesto, transcribo algunos datos sobre cómo el incremento de temperatura está afectando a nuestro turismo y a nuestra agricultura:
Sector turístico: España es un destino que se basa en el precio y la satisfacción del cliente para competir. El índice de satisfacción del turista según el clima en el destino bajó 8 puntos: del 92% al 88%, entre 2021 y 2022. Y este verano las olas de calor, de momento, han hecho caer esa satisfacción hasta 8 puntos.
Sector agropecuario: el calor y la falta de agua está repercutiendo en la disponibilidad de muchas cosechas: aceite, sandías, melones, naranjas. Y generando incremento de precios: patatas, aceite, arroz, fruta. Algunos informes, además, apuntan a que los efectos del calentamiento global van a tener un coste para el sector agrícola y ganadero de 4,6 billones (con ‘b’) de euros, hasta 2050.
Otro dato. En algunas zonas turísticas empieza a haber más agua para el turismo que para los cultivos. Está empezando a pasar en Almería. La desaladora de Carboneras está suministrando un 30% menos de agua a los regantes de Níjar para derivarla a Vera, municipio turístico que multiplica su población en verano.
Un último apunte. Las olas de calor están haciendo que nuestras ciudades se derritan y nosotros en ellas, por no estar preparadas para el reto climático.
Aun así, las fuerzas políticas y las élites económicas siguen actuando de la misma manera: con «la estufa encendida» sin hacer nada para evitar la escalada de la temperatura. Viven con la conciencia desdoblada en dos mundos distintos. En el cuento de hadas y en el real. Instaladas en un mundo mágico con asuntos que deberían ser tangenciales en este momento: la identidad, la lengua, la nación. Y escapando del mundo recalentado (real) con una nube de palabras vacías: sostenible, transición energética, crecimiento verde, que no impiden que continúe el incremento de temperatura.
La España real (recalentada) trasciende la diversidad lingüística y cultural; también engloba la emergencia climática. Pero esta última es una realidad relegada de los ámbitos de interés y preocupación institucional, a pesar que cada año nos golpea con fuerza creciente y sus embates afectan al turismo, la agricultura, la construcción y, en última instancia, a la población en general. Especialmente a aquellos que no pueden costear un aire acondicionado o que se enfrentan al alza de precios de los alimentos. Ni tampoco las personas con salud frágil y pensiones insuficientes que viven sofocadas por el calor. Esta es la España real y tangible, ausente en la Mesa del Congreso que la política y la economía miran impasibles y relegan a una partida del presupuesto del Estado.
A la luz de estas consideraciones es un error innegable la ausencia de un gesto que al menos insinuase, que un cambio de rumbo estaba en marcha. Un gesto que subrayara el compromiso de la XV legislatura con las reformas apremiantes que hay que hacer para abordar la emergencia climática: limitar las formas de producción innecesarias. Su ausencia expresa la posición secundaria que aún sigue ocupando la urgencia climática frente al crecimiento del PIB. Y in noticias de la Mesa climática del Congreso.
Y confirma que las fuerzas políticas presentes en las Cortes se han acomodado en la utopía de armonizar crecimiento y sostenibilidad. Para ello han desplegado una narrativa ficticia en la cual la realidad se opone a sus afirmaciones. Lo que se autodenomina orden económico, en verdad, revela un desorden palpable. La concepción de sostenibilidad se torna insostenible en sí misma. Y el concepto de crecimiento verde es marrón y no verde. En el argot político, esto se denomina «greenwashing». En español, podría equipararse a un «trampantojo». Y desde la perspectiva literaria, podría considerarse una fábula moderna.
Y aunque entre las fuerzas políticas prima la idea del control sobre el futuro y la confianza en el progreso y en las propias fuerzas, estamos a un paso de la subordinación a que unos acontecimientos climáticos incontrolados se impongan sobre la voluntad propia. En esta tesitura las fuerzas políticas deben poner en marcha, sin demora, el cambio histórico que debemos hacer. De lo contrario el mismo desarrollo de la industria y la idea del progreso indefinido que derrotaron a la diosa Fortuna pueden hacer que nuestro futuro vuelva a estar en manos de ella.
Francisco Soler
Coportavoz
Cambia-Partido del Clima